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El árbol de los mocos

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Que dañino puede resultar para una mente obsesiva como la mía una nomenclatura del tipo “árbol de los mocos”. Ya no hay vuelta atrás. En su día me enseñaron que la Catalpa Bignonioides era el “árbol de los mocos”, no he podido olvidarlo y dudo que lo haga. Es más, ahora que voy enseñándole a mi hijo el nombre muchas plantas y, por cierto, es muy aplicado en ello, no he podido evitar usar ese nombre para este árbol de jardín. Probablemente él también lo recuerde así para la posteridad.

Frutos de Catalpa Bignonioides

Todo comenzó en una lejana en el tiempo clase de la universidad que, como no podía ser de otra forma, se llamaba “Diseño de jardines”. Una asignatura muy cutre porque el profesor nos enseñaba a representar los jardines con PowerPoint (una versión de autoría particular de este hombre), que para nada servía después en el desempeño de la profesión cuando mis compañeros y yo nos hemos vistos obligados a utilizar Autocado, en su versión especifica de paisajismo, Autoarq. Cosas de la reubicación universitaria de profesores que pierden su sitio. En lo que sí era una eminencia mi profesor era en cultivos leñosos y en la propagación de plantas en vivero. Aunque haya cierta crítica, está dirigida hacia la burocracia universitaria y no hacia la persona en concreto. Ya está jubilado y durante muchos años estuvo formando a muchos profesionales en diversas materias solo que… en unas de forma más brillantemente que en otras.  

Una tarde en las llamadas prácticas de la asignatura, nos detuvimos ante una Catalpa. El objetivo era pasear por el Campus de La Universidad Pablo de Olavide aprendido a reconocer las especies vegetales que componen sus jardines, de lo cual no me voy a quejar porque era muy divertido pasar un par de horas al sol de la tarde viendo plantas si lo comparamos con otras soporíferas clases de la carrera. Y este es el “árbol de los mocos”. Lo llamo así porque las vainas que contienen sus frutos me recuerdan a eso, a mocos colgando ¡Eh! Pero su nombre científico es en realidad Catalpa Bignonioides¡Toma ya! Y lo dijo tan tranquilo mientras nos reíamos de la comparación tan “singular”. Por suerte, Carlos Linneo tuvo la genial idea de establecer el sistema de nomenclatura en latín de las distintas especies y, cuando después he tenido que comprar algunos ejemplares para obras de jardinería en vivero, no he tenido que referirme a la Catalpa como “árbol de los mocos”.

La Catalpa es un árbol que te ofrece muchas virtudes a tener en cuenta en el diseño de jardines. Las flores, parecidas a la de las Bignonias y de ahí su nombre, se acumulan en un racimo de color blanco muy llamativo. Las hojas son inmensamente grandes (25-30 cm), con un tono verde intenso por el haz y textura tomentosa por el envés, son ideales para la captura del CO2 atmosférico haciéndola una especie muy resistente a la polución. En otoño caen sus hojas dejando ver una estructura un tanto “desgarbada” pero atractiva, rota por la caída vertical de los frutos. Con forma y follaje mucho más compacto, copa redondeada, tenemos también el cultivar ‘bungei’ el cual, incluso, he utilizado aún más para diseñar jardines.    
      
Comparar las vainas de la Catalpa con el fluido de narices y hocicos es muy particular. Estoy seguro de que si hiciera una encuesta de los diferentes nombres que ponemos a título personal entre todos y todas para este blog, encontraríamos muchas curiosidades. De hecho… Voy a hacerla. Deja en el apartado comentarios de este post tu historia sobre esa planta a la que tienes un cariño especial, le pusiste un nombre que te pareció apropiado y así lo comentamos entre todos ¡Anímate y participa!  

Entramado de ramas en Catalpa Bignonioides

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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo leyendo este post.

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